149 ANIVERSARIO DE LA HEROICA BATALLA DE CAMARÓN DE TEJEDA, VER.

Palacio Municipal del H. Ayuntamiento de
Camarón de Tejeda, Ver.
Haciendo antecedente histórico sobre la batalla de este pueblito polvoriento y caluroso, así mismo, como su municipio homónimo de Paso del Macho olvidados por la historia, haciendo referencia de este hecho veremos que a mediados del siglo pasado España, Inglaterra y Francia, quienes eran los representantes del imperialismo de ese periodo, no apartaban de sus objetivos políticos y económicos a los países de latinoamérica que recientemente habían nacido hacia la vida independiente.

Mausoleo Franco - Mexicano
España era uno de ellos el cual aun no se resignaba a la perdida de sus colonias en América y posteriormente Francia se encontraba en el periodo de expansión y el cual deseaba obstaculizar las ambiciones expansionistas de Estados Unidos el cual se había apoderado de más de la mitad del territorio nacional. Los franceses tenían puestos sus ojos en territorio mexicano en especial la península de Baja California y Sonora.

Virtud militar a los
combatientes de Camarón
Inglaterra, por su parte, se encontraba en pleno desarrollo económico y su comercio en auge, el cual también quería extenderse así los países nacientes. en 1861 estallo la Guerra Civil en los Estados Unidos llamada Guerra de Secesión, lo cual permitió mayor libertad de acción hacia las potencias europeas en su ambición expansionista.

Un año antes terminaba en México una larga noche de oscurantismo, cuando en Calpulalpan habla sido derrotado el Partido Conservador por el Gral. Jesús González Ortega, dejando al país en plena bancarrota. La economía quedo desecha y el país desgarrado por la guerra civil, había hambre, desmoralización e inseguridad. México necesitaba tiempo para reponerse. Sin embargo, muy lejos estaban los conservadores de darse por vencidos, grupos armados merodeaban en el centro del país y pronto cobraban ilustres vfctimas: Santos Degollado, Leandro Valle y MeIchor Ocampo.

En Europa un grupo de malos mexicanos, partidarios de la monarquía, buscaban el apoyo de alguna corte europea para gobernar el país, entre ellos figuraban José Ma. Gutiérrez Estrada y su hijo; el general Juan Nepomuceno Almonte, hijo del gran José Ma. Morelos y Pavón, y José Hidalgo, sobrino nieto del Padre de la Patria, el cura Miguel Hidalgo; triste destino el de estos hombres que siendo descendientes de los libertadores de México ahora buscaban el cobijo de los extranjeros.

Los liberales, ahora dueños del gobierno, enfrentaban una economla destruida por la guerra civil y un grave problema nacional: el bandolerismo, que era necesario extirpar, para lo cual se necesitaba erogar importantes sumas de dinero. Por otra parte, el gobierno tenia que desmovilizar un gran número de corporaciones militares que ahora sobraban. Todo ello hacía imperativa la reestructuración de las finanzas nacionales y el aplazamiento del pago de la deuda exterior que consolidada representaba la cantidad de $82000 000, de los cuales $70 000 000 correspondían a Inglaterra, $9 400 000 a España y $2 600 000 a Francia.

Esta deuda originalmente no excedía los $10 000 000, pero a base de supuestos daños a sus connacionales e intereses acumulados subió la cantidad citada en primer término.

Con la suspensión del pago de la deuda exrerna, las potencias extranjcras tenfan el pretexto para su intervención en México. El 31 de octubre de 1861 España, Francia e Inglaterra se reunieron en Londres con objeto de exigir al gobierno mexicano el pago de la deuda, amenazando con la intervención armada.

Para presionarlo enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862. El Ministro Mexicano de Relaciones Exteriores Manuel Doblado notificó al General español Juan Prim, a cargo del
movimiento tripartita, de las complicaciones económicas del país y logró persuadirlo de que la suspensión de las deudas era algo transitorio. Para los gobiernos de España y Gran Bretaña esta explicación fue suficiente y zarparon de Veracruz una vez concluidas las conferencias diplomáticas de La Soledad. Sin embargo, las tropas francesas se negaron a retirarse, pues Napoleón III tenía intenciones de instaurar una monarquía títere en México desde la que planeaba apoyar a los confederados en la Guerra Civil Estadounidense y disminuir drásticamente el poder de Estados Unidos en la región.

Mientras tanto, Juan Nepomuceno Almonte, que al amparo de las fuerzas francesas que habían llegado a México, tomó el mando del gobierno que defendía la intervención y organizó un gabinete con miembros del partido conservador, al tiempo que el ejército invasor emprendía la marcha hacia el altiplano con el fin de apoderarse de la capital.

A la 3ª compañía del 1er batallón del regimiento extranjero le correspondió proteger el convoy en la región del cerro Chiquihuite – Camarón - Palo Verde; al regreso de su encomienda tendría el enfrentamiento con los mexicanos. Encabezando la compañía extranjera estaba el capitán Jean D’ Anjou, el subteniente Napoleón Vilain y el subteniente Clemente Maudet; más 62 legionarios, así como por mercenarios alemanes, suizos, belgas, daneses, italianos, españoles y franceses.

La fuerza mexicana que había seguido la marcha del convoy, se estableció a las órdenes del coronel Francisco de P. Milán en La Joya, a 6 Km., al norte de Camarón, estaba constituida por 650 infantes y 200 jinetes pertenecientes a los batallones «Independencia», «Guardia I Nacional de Xalapa», «Zamora» y «Córdoba», con un total de 850 hombres. A la compañía extranjera no la dirigían sus comandantes naturales, pues se encontraban enfermos. El capitán D´Anjou era ayudante mayor y se ofreció como voluntario para servicio; el subteniente Vilain era oficial pagador. La unidad salió a la una de la mañana del 30 de abril, pasó por la ranchería de Camarón a las 6:30 de la mañana y llegó a Palo Verde a las 7:00 horas; a las 7:30 los centinelas informaron a su capitán haber observado una polvareda por el rumbo de Camarón, de inmediato apagaron el fuego que habían hecho para preparar sus alimentos.

Avanzaron hacia Camarón y a las 8 horas se intercambiaron los primeros disparos y cayó herido un legionario. De inmediato avanzaron hasta la ranchería de Camarón, a donde entraron encontrándola vacía. Salieron del lugar y un poco adelante, se enfrentaron a una tropa de caballería que se disponía a cargar. El capitán D´Anjou ordenó a su tropa formarse en cuadro e iniciaron la primer defensa. En esos momentos,
con la descarga de la fusilería, las mulas que transportaban el agua huyeron espantadas, llevándose alimentos y municiones de reserva. El capitán D´Anjou se percató de que su posición al descubierto era expuesta, por lo cual ordenó la retirada hacia el rancho de Camarón.

Por su parte el coronel Milán, comprendiendo que con la caballería le iba a ser imposible capturar a una tropa que se había parapetado convenientemente en la casa, hizo tender a la infantería para poner el sitio. El combate en regla se inició a las 8 horas y terminó a las 5 de la tarde, cuando los soldados extranjeros
fueron prácticamente aniquilados. Y mientras intercambiaban disparos con los mexicanos, se dedicaron a acondicionar lo mejor que pudieron, el viejo caserón.

Con el fin de evitar un derramamiento de sangre inútil, el Coronel Milán envió a un parlamentario. Correspondió a un oficial mexicano de ascendencia francesa, el capitán Román Lainé, ser el encargado de hablar con los sitiados y pedirles su rendición; D´Anjou contestó que seguirían combatiendo. Los ataques se sucedieron conforme transcurría aquella mañana. Un testigo francés los describe así: “una hora después se repitió otro asalto, pero esta vez combinado por 2 lados opuestos, pero con efecto superior a los anteriores, con columnas de asaltos de infantería y con brechas cubiertas por la caballería, notándose la buena táctica del jefe que mandaba esa tropa. Resistimos ese ataque lo más que pudimos, durante el cual tuvimos que hacer milagros para rechazarlo.

Han pasado muchos años y todavía no entiendo cómo pudimos lograrlo, pues los mexicanos son muy buenos soldados y duros en el ataque; tan luego caía uno, era reemplazado por otro; son valientes y no le tienen miedo a la muerte. Honor a quien honor merece.


Los legionarios se defendieron con una tenacidad temible y con puntería eficaz. Estaban armados con fusiles rayados de pistón modelo 1857, que disparaba balas de forma ojiva-cilíndrica. Los mexicanos estaban
mal armados, con alguna que otra escopeta, algún fusil recuerdo venerable de las guerras de Independencia o luchas civiles, machetes y lanzas, de utilidad bastante reducida al luchar contra un armamento como el de los franceses.

Y ese grupo de guardias nacionales, aumentado con un grupo de guerrilleros y con alguno que otro soldado de línea, se enfrentaba a soldados fogueados, veteranos de Argelia, de Crimea, de Inkerman, de Alma, de Solferino y Magenta, y de tantas otras batallas; con experiencia de combate, con disciplina y muchos años de entrenamiento. Los mexicanos eran un grupo numeroso pero carente de formación y de la experiencia del soldado profesional, hombres que tan sólo el día anterior habían dejado el arado o abandonado el pequeño comercio. Todos ellos soldados improvisados. El combate prosiguió con gran dureza. A las 11 murió el capitán D’ Anjou; poco después cayó muerto el subteniente Vilain. El mando quedó en manos del último oficial, subteniente Maudet, quien recibió la comisión de guardar la mano de madera de su capitán. La lucha se prolongó durante el resto de la tarde.

Los soldados mexicanos a pecho descubierto lograron llegar hasta los muros del caserón y, gracias
al sacrificio del soldado Barrientos de Xalapa, lograron entrar...”

El mayor Campos, que estuvo presente en este combate, describe esos últimos momentos así: “…y ya adentro, franceses y mexicanos se buscaban para darse la muerte a culatazos y bayonetazos, no había tiempo ni espacio para cargar las armas, y era tan denso el humo producido por los tiros que se dispararon
al penetrar, que no se distinguían unos a otros. Para las 5 horas los legionarios prácticamente habían consumido sus últimos cartuchos; quedaban cinco.

Uno de ellos, el legionario Catteau cayó muerto al tratar de defender al subteniente Maudet que también
estaba herido de gravedad. A esa hora el teniente coronel Ángel Luciano Cambas ordenó el cese al fuego.
El combate había terminado, tres legionarios que estaban en pie cayeron en manos de los mexicanos. El coronel Francisco de P. Milán exclamó: ¡Pero no son hombres, son demonios!.

La bajas habían sido numerosas en ambos bandos. Del lado mexicano había muerto el coronel José Ayala, jefe de Estado Mayor del coronel Milán; el capitán Joaquín Guido del batallón de guardias nacionales de Xalapa; el capitán Juan Canseco de la guerrilla de Perote; el teniente Vicente Guido del batallón de guardias nacionales de Veracruz; el alférez Rafael Redondo del escuadrón de escolta del coronel Milán, y el ayudante Rojas, del batallón de guardias nacionales de Xalapa. Además, un número indeterminado de soldados mexicanos.

El coronel Milán ordenó que se tratara con atención médica a los heridos, tratando con la nobleza e hidalguía que siempre ha sido característica del pueblo mexicano, a un vencido valiente. Por su parte, el médico Francisco Talavera, que poco antes había combatido al enemigo al frente del batallón de la guardia
nacional de Córdoba, regresó a sus deberes de médico y se dedicó a atender a los heridos invasores. En este combate singular, todo fue excepcional, pues en el parte oficial francés figuran los nombres de 2 jefes y un oficial mexicano que se distinguieron por sus atenciones para con los heridos y prisioneros franceses;
ellos fueron el teniente coronel Luciano Cambas, el mayor Francisco Talavera y el capitán Ramón Lainé.
Al parte oficial del general brigadier Jesús de León Toral, contesta el ministro de guerra: “Se ha recibido en
este ministerio, el oficio de usted de fecha 7 del actual, en que comunica el encuentro que el comandante militar del Estado de Veracruz tuvo con una fracción enemiga de 60 hombres que bajaban del Chiquihuite a la cual sitió y batió hasta obligarla a rendirse, lo cual ha sido muy satisfactorio al Presidente de la República. Independencia y Reforma, mayo 12 de 1863. Blanco C., General en Jefe del Ejército del Centro”. Complementa la descripción el relato del «Tío Mulato Vargas», soldado de los Nacionales de Coscomatepec, testigo y actor.

Comentarios

  1. Las fotos modernas que aparecen en color con soldados de la legión extranjera corresponden a la celebración más importante que este cuerpo del ejército francés tiene cada año.

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